
«Y cuando era el primer crepúsculo del dos de los idus de Agosto, fue Hipólito, que por las maravillas del beato Lorenzo había creído y recibido el bautismo, con el sacerdote Justino y recogieron el cuerpo y lo envolvieron en un lienzo con aromas y lo transportaron a la casa de la viuda Ciriaca en la vía Tiburtina, donde muchos sacerdotes y muchos cristianos perseguidos se reunían, y le dieron sepultura en una cripta que había en la huerta de la casa, después de ofrecer Justino el sacrificio de alabanza del que participaron la viuda Ciriaca, la cristiana Flavia e Hipólito, y de derramar muchas lágrimas sobre su santo cuerpo».
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